miércoles, 31 de agosto de 2022

Lo que nunca entenderás si no lo experimentaste

 Que te falte la comida del día y de todos los días, regularmente. Que te falte el techo sobre tu cabeza, protector y tibio. Que no puedas darle de comer a tu hijo como lo necesita.

Que la gente con la panza llena y un techo protector te mire con desprecio considerando que sos pobre porque "te lo buscaste" o "no hiciste el esfuerzo suficiente", convencidos de la inmunda meritocracia.

Que no podés estar en ciertos lugares para "personas bien". Que simplemente existas, y que sueñes, que anheles, reclames, protestes.

Que el mundo es egoísta y que te mira como si sobraras, y hasta con reproche. Pero te usa, eso sí, para vivir mejor pagándote a vos, si cabe, un sueldo miserable y ganar ellos con la diferencia que no te pagan.

Las personas más afortunadas deberían pasar obligatoriamente un buen tiempo sin casa y sin comida para aprender, de una vez por todas y en carne propia, lo que se siente. De no ser así, la evolución será tan lenta como una carreta de ruedas cuadradas.

El dibujo es de mi autoría.

martes, 23 de agosto de 2022

Cuando vayas a Santiago de Compostela

 Para ir a Santiago de Compostela, España, prefiero siempre el otoño. Es la temperatura perfecta, ni mucho calor, ni mucho frío, ni muchas lluvias.

Si vas a Santiago, deberás prepararte para recorrer una ciudad con aire medieval. Es un obrero de piedra, especialmente en la zona de la muralla. El casco viejo atrae como un imán, me gusta percibir en él, el misterio histórico y la energía potenciada de un misticismo ancestral, es imposible no pensar en ello.

El casco viejo de Santiago tiene la carga de los siglos, de los peregrinos, de los estudiantes, de la piedra. Santiago es casi virgen, con sus locales comerciales que conservan sabiamente los carteles del mismo estilo que hace siglos. Allá no hay el impersonal "Tome Coca-Cola", grande y rojo. Allá la "civilización" vino, miró y se fue, como decidiendo que no tenía demasiado que hacer en ese lugar.

Fui varias veces a esta hermosa ciudad, en distintos viajes, y me alojé allí para disfrutarla varios días cada vez. La última, con mi hija, para enseñársela. Sentadas las dos en el piso de piedra de la Plaza del Obradoiro, a altas horas de la noche, mirábamos con arrobo la vieja Catedral, de estilos de tres tiempos, cuatrocientos años llevó levantarla desde el año 1011, bajo las órdenes del Maestro Mateo. Llena de musgo, de pequeña vegetación intrusa en alguna junta de piedra, se nos mostraba orgullosa de su estirpe de obrera ante la que se inclinaron reyes y personajes sin importar su linaje.

Santiago es una ciudad de estudiantes, pululan las universidades y colegios en el lugar. Los chicos de todas las razas, libros bajo el brazo, pasaban continuamente sin mirar a dos locas sentadas boquiabiertas en el piso, a la una de la mañana. Caminarás tranquila por ahí, no hemos sentido inseguridad.

Escaleras de piedra, fuentes de piedra, pasajes de piedra, la unidad es maravillosa, los verdes eran joyas en medio del gris.

Las rejas son una obra de arte por sí solas, un cuadro, una composición con individualidad.

En uno de los tantos locales de cosas bellas, una tejedora concentrada en su aguja de crochet y sus ovillos blancos ni nos miró cuando admiramos su preciosismo, volcado en una de las artesanías más típicas de Galicia, joyas de hilo para tener en nuestros hogares. El encaje de bolillos es arte en filigrana de espuma.

No hay forma de hablar en voz alta en esa antigua ciudad. Un respeto tácito llena los aires y el visitante se siente honrado de pisar y tocar, oír y estar. Solamente estar. A cada tanto, la musicalidad del agua de una de sus muchas fuentes te llama.

Tal vez tengas suerte y te encuentres con una gaita que detiene tu paso.

Si entras a la Catedral del Obradoiro, verás el altar todo dorado a la hoja, y ocho ángeles pre adolescentes de tamaño descomunal parecen sostener el techo en el aire. Fabuloso el efecto, realmente parecen en el aire. Uno de los órganos más grandes del mundo se cierne sobre nuestras cabezas y tuvimos la suerte de sentir vibrar las piedras bajo el sonido de las campanas. Porque vibran, no es metáfora.

Para comer, tienes de todo, dulce o salado, delicias del lugar. Las típicas vieiras…

… los deliciosos bocadillos y vinos…

… y nunca, nunca se te ocurra irte de ahí sin probar la famosa torta de Santiago, sin harina de trigo, sólo con harina de almendras, liviana como una nube.

Si vas a Santiago, elije octubre o noviembre. O cualquier mes del año, pero ve.

domingo, 21 de agosto de 2022

El placer más barato que puedo darme

 Barato significa que algo debo pagar en dinero, ¿verdad? Bien.

Ver películas no es barato, internet es caro y nada veríamos sin él, aunque sean pelis descargadas o el cable tv, hay un gran gasto inicial.

Libros tampoco, ninguno es barato, los libros se han vuelto prácticamente incomprables. Si los descargas por internet, vamos de nuevo al punto anterior, y más si compraste un kindle.

Andar en bicicleta, jugar un game con amigos, en fin, estoy en Argentina, sepan comprender.

Para mí, lo más barato es un helado. Pero no un helado cualquiera. Poniéndome ropa cómoda y medio viejita, que indudablemente ya pagué hace mucho, e ir caminando a mis anchas hasta el mar y lo que las piernas me den. Subir y bajar por mucho tiempo la accidentada costa marplatense y luego de unos cuantos kilómetros, detenerme en una heladería. Compro el helado y uso el baño, que soy humana.

Después, sentarme en el paredón de la barranca, con mis piernas en el vacío, llenándome los pulmones de iodo salado y los ojos de plata verdosa, mientras el más dark de los chocolates se desliza dentro de mi garganta.

Es baratísimo para mí, pero es caro si mantengo la conciencia sobre aquellos que no pueden hacerlo. Es un lujo, realmente. Lo sé, porque yo misma no he podido hacerlo en cierta época de mi vida.