domingo, 21 de agosto de 2022

El placer más barato que puedo darme

 Barato significa que algo debo pagar en dinero, ¿verdad? Bien.

Ver películas no es barato, internet es caro y nada veríamos sin él, aunque sean pelis descargadas o el cable tv, hay un gran gasto inicial.

Libros tampoco, ninguno es barato, los libros se han vuelto prácticamente incomprables. Si los descargas por internet, vamos de nuevo al punto anterior, y más si compraste un kindle.

Andar en bicicleta, jugar un game con amigos, en fin, estoy en Argentina, sepan comprender.

Para mí, lo más barato es un helado. Pero no un helado cualquiera. Poniéndome ropa cómoda y medio viejita, que indudablemente ya pagué hace mucho, e ir caminando a mis anchas hasta el mar y lo que las piernas me den. Subir y bajar por mucho tiempo la accidentada costa marplatense y luego de unos cuantos kilómetros, detenerme en una heladería. Compro el helado y uso el baño, que soy humana.

Después, sentarme en el paredón de la barranca, con mis piernas en el vacío, llenándome los pulmones de iodo salado y los ojos de plata verdosa, mientras el más dark de los chocolates se desliza dentro de mi garganta.

Es baratísimo para mí, pero es caro si mantengo la conciencia sobre aquellos que no pueden hacerlo. Es un lujo, realmente. Lo sé, porque yo misma no he podido hacerlo en cierta época de mi vida.

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