miércoles, 9 de noviembre de 2022

¿Está bien comer carne frente a un vegetariano?

Por Gustavo Guardiola, compositor, escritor, profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) 

Ésta parecería una pregunta malintencionada, de ésas que abundan y que tienen como única finalidad amarrar navajas, de no ser porque la intolerancia últimamente llega a niveles sorprendentes, y precisamente el veganismo es una doctrina que con frecuencia llega a extremos de intolerancia que rayan en lo ridículo.

Hace unos meses Paul McCartney hizo una gira de conciertos y en su contrato pidió que no se vendiera carne en los estadios en donde iba a tocar. También pidió que no hubiera asientos de piel. Ahora Sir Paul le pide a sus creyentes que le regalen de cumpleaños un mundo vegano y promueve una campaña para que dejen de comer carne los lunes.

En los estadios en México, tener un puesto de comida cuesta mucho, mucho dinero. Hay de todo tipo de negocios, desde franquicias grandes hasta pequeños negocios familiares. Un concierto, un partido importante de fútbol, es el momento en que ese inversionista gana, y tras dos años y medio de pandemia, esa gente se las ha visto muy duras. Reactivar los conciertos es reactivar la economía para ese sector que tiene dos años de no tener de dónde echar mano.

¿Y este cabrón sale con que no se puede vender carne? ¿No tacos, no choripanes, no hot dogs, no hamburguesas? ¿Nachos con queso? ¿Quesadillas con chorizo? ¿Nada de nada?

Que huevos, Sir Paul.

Curioso lo que le pasó a alguna de esa gente que cantaba a la libertad y a la tolerancia.

¿Dónde quedó "Let It be", Sir Paul?

El brillante compositor nos viene a decir cómo vivir, qué comer y hasta en dónde sentarnos, ahora que ha conocido la verdad y la luz.

Y bueno, Sir Paul, qué bueno que hayas dejado la cocaína, qué bueno que ya lleves varias décadas de haber dejado de desayunarte media botella de whisky. Qué bueno que hayas encontrado la verdad. Qué lástima que te veas más viejo que algunos de tus contemporáneos.

Mira, Mick Jagger no tuvo que dejar de tomar, solamente optó por moderarse, pero come carne, pescado, mariscos, lleva una dieta muy estricta de acuerdo con su muy demandante rutina de ejercicio, y se le ve mucho mejor que a ti, y no anda dando sermones ni diciéndole a la gente cómo vivir.

En lo personal, yo desconfío mucho de los santos, de los que quieren enseñarnos a vivir en la luz. El santo no ama a la gente, por eso la quiere cambiar. A la humanidad hay que quererla como es, o no quererla, que tampoco es una obligación. Pero, ¿por qué querer cambiarla?

Además, ¿qué arrogancia es ésa?

Siempre que un iluminado ha querido cambiar a la gente, la cosa ha salido mal. Las utopías están bien en Utopos, el lugar del no lugar. Es ahí a dónde pertenecen.

Pero parece que no aprendemos nada.

Los moralizadores siempre han tenido una mala relación con la carne, con la carne-sexo y con la carne-alimentación, y siempre han justificado su intolerancia en el nombre de un poder superior o de un fin superior. En el pasado era Dios; hoy es el calentamiento global.

Y le duela a quien le duela, en los años 30 fue el hombre superior. A menudo se relativiza el hecho de que Hitler también fue un moralizador mesiánico.

Durante la edad media, la iglesia restringió el consumo de carne y las fechas en que se podía tener relaciones sexuales. Ambas iban de la mano. No se puede follar en la cuaresma, tampoco se puede comer carne. El calendario litúrgico llegó a prohibir el sexo y el consumo de carne hasta 300 días al año. Solo 50 días estaban libres de ser santificados y se permitía comer carne y tener relaciones sexuales.

Durante ese tiempo Europa estuvo cerca de la extinción en varias ocasiones. La mala nutrición y la falta de higiene dejaban a la población en condiciones muy desfavorables frente a las enfermedades y la exigencia del trabajo del campo. Y entre la desnutrición y la poca actividad sexual, la población europea pudo haberse extinguido en más de una ocasión. Paradójicamente, quizás hayan sido las guerras las que salvaron a Europa, obligando a la iglesia a ser más flexible.

El puritanismo protestante en Estados Unidos también tuvo sus intolerancias. Para ellos fue el alcohol. Todos sabemos lo que terminó pasando. La prohibición del alcohol dio nacimiento y un poder inaudito a la mafia. La prohibición tuvo que echar marcha atrás, pero los problemas que generó se quedaron.

Hitler también era un vegetariano estricto. Por supuesto no faltan los vegetarianos que digan que en realidad sí comía carne cuando nadie lo veía.

La dieta de nuestro vecino no tiene por qué importarnos. ¿A mí en qué me molesta que mi vecino sea vegetariano, o budista, o que coleccione Barbies? Lo interesante es que del otro lado no siempre encontramos esa misma tolerancia.

¿Por qué habría de estar mal comer carne en frente de un vegetariano? Si no hubiera ningún tipo de reprobación de su parte y ese vegetariano no tiene interés en adoctrinarte, podemos llevar la fiesta en paz. "Let It be", ¿no es así? El respeto debe ir en dos vías. La misma distancia hay de aquí para allá, que de acá para allá. ¿Se puede ser tolerante? Pienso que sí, nada más que sea recíproco.

Pero si hay algún tipo de reprobación, estaríamos frente a un intolerante que no merece nuestra tolerancia.

Y a Sir Paul, como músico lo admiro. Pero por lo demás, se puede ir mucho al carajo.





miércoles, 26 de octubre de 2022

Pasión por el oficio

 Fui testigo, hace unos años, de una acción muy hábil de una vendedora, medio pariente mía.

A su negocio de polirrubro* entró una señora que necesitaba comprar un regalo. La vendedora le fue mostrando opciones de acuerdo a los requerimientos de la clienta, que estaba bastante desganada con la idea de gastar en un obsequio para alguien. Terminó eligiendo un juego de mesa para adultos, de regular tamaño.

La dueña del negocio se excusó ante la compradora porque no le había quedado papel de envolver. Pero que tenía a la venta unos papeles coloridos, muy bonitos, si no le gustaría envolver con alguno de ellos la caja. La señora dijo que sí, y así fue hecho. Terminado el prolijo envoltorio, la vendedora le preguntó si no le gustaría terminar el aspecto con unas lindas cintas con moño, mostrándole unos rollos. Encantada, la clienta dijo que sí. El paquete fue atado con un remate de un moño precioso.

Luego, para concluir, le dijo a su clienta que quedaría muy "chic" y original si le pegara una bonita tarjeta con su nombre. La clienta estaba en éxtasis, asintió, por supuesto. Eligió una tarjeta con brillitos, y le escribió una dedicatoria con esmero, firmándola.

Y así, la otrora apática clienta se fue del negocio feliz de la vida con su espléndido paquete en una bolsa, mientras que mi pariente contaba los billetes resultantes de haber vendido un juego de mesa, un papel de envolver, un rollo de cinta y una tarjeta.

Si eso no es ser un comerciante genial, no sé qué podría serlo.

Edición: *Significado de “polirrubro”. En Argentina es un negocio que tiene casi de todo, desde golosinas hasta artículos de perfumería, cigarrillos, fotocopiadoras, regalos, artículos de librería, revistas, libros, algo de bazar, en fin, de todo un poco, menos ropas, comidas y elementos de ferretería.

lunes, 24 de octubre de 2022

El secreto de la eterna juventud

 No tuve abuelos, murieron tres de ellos antes de que yo naciera y uno antes de que yo tuviera conciencia y recuerdo, era muy pequeña. Por lo tanto, mi abuelo postizo era don Félix de Ayesa, a quien yo le decía aitona, que es el vasco de abuelo.

Don Félix era historiador, investigador, poeta, escritor, hombre de letras y de la cultura. Un personaje de mi ciudad, ciudadano ilustre, Pluma de Oro de la Sociedad de Escritores, socialista de la primera hora, de la línea y amistad con don Teodoro Bronzini, en una época de glorias marplatenses de la historia de nuestra ciudad, en personajes encumbrados y dignos. Don Félix era un gran hacedor de decenas de importantes proyectos que se llevaron exitosamente a cabo y que hoy existen. Era un placer recibirlo en mi casa y encontrar la excusa para que hablase de cualquier cosa. Me bastaba hacerle una pregunta y ya me acomodaba ante la mesa, con los codos hincados para escucharlo durante dos horas contar que, de su inmensa biblioteca, "en el libro tal, del autor tal, capítulo tal, dice que…" y desarrollara con ricos y jugosos conceptos el tema preguntado. Prodigiosa memoria a su anciana edad, no había tema que no pudiera tocar con verdadero conocimiento.

Delgado como una fibra, rápido como una gacela, caminaba todo lo que debía para hacer sus diligencias, no usaba transportes. Era su cable a tierra y guay del que le pudiese seguir el paso, terminábamos agotados. Le gustaba bromear con la misma facilidad con que recitaba un fragmento de una poesía, propia o ajena. Siempre estaba escribiendo un nuevo libro, tenía unos cuantos publicados, ya que le apasionaba la historia y buceaba en amarillas cartografías antiguas para encontrar el derrotero de, por ejemplo, el Almirante Guillermo Brown hacia nuestras costas marplatenses.

El día que cumplió 80 años, la ciudad le homenajeó en pleno en un Teatro Colón abarrotado de gente. Nos contaban sus hijos que, días atrás, paseando por los pasillos de una clínica vio pasar a un hombre en silla de ruedas, sujeto a su bolsa de suero, muy vencido. Don Félix exclamó, sin pensarlo mucho: "Ay, que cuando yo sea viejito no me toque estar como ese señor", causando la sonrisa de su familia, que le decía que ya era viejito. Así de bien y de joven se sentía mi aitona.

La última vez que lo ví fue en su casa, me senté junto a él y le dije que lo quería mucho. Le encantaba que lo mimaran, y en esa conversación, me dijo: "El secreto de mi juventud es que en las comidas como muy poco, siempre busco quedarme con hambre. Además, me rodeo de gente joven todos los días. Y, por último, a diario me leo la prensa de cabo a rabo".

"¿Las recetas de cocina también?", le pregunté, bromista. "Las recetas de cocina, también. Leo todo".

El domingo de Pascua siguiente, a la semana de mi visita, se vistió con su traje dominguero para ir a la fiesta que ofrecía, por tal fecha, el Centro Vasco Denak Bat, del cual fue co-fundador, cincuenta años atrás. Comenzó a sentirse descompuesto y escribió, con su prolija letra caligráfica en un papel que dejó en su mesita de escritorio: "10:30 horas, no me siento bien".

Se recostó en su cama así vestido para descansar esperando que se le pase el malestar, y así, como en un sueño, don Félix se fue para no volver. Sobre su mesa estaba la máquina de escribir, con una hoja en su carro, del libro que había estado escribiendo hasta el día anterior. Tenía 93 jóvenes años.

No hay elixires mágicos, ni tratamientos tecnológicos que realmente nos den la eterna juventud. No importa cuánto nos toque vivir, es un hecho que la única fuente de la juventud eterna es una vida disciplinada, una mente curiosa y activa, una actividad física natural y diaria, y una relación con personas que te suman, te aportan y te alegran, para retroalimentarte con ellas.

martes, 18 de octubre de 2022

Un inventor insospechado

 Es muy conocida la historia de quien fue el premio Nobel en Química en 1970 por sus investigaciones sobre los nucleótidos de azúcar y el rol que cumplen en la fabricación de los hidratos de carbono, el Dr. Luis Federico Leloir.

De nacionalidad argentina, mucho antes de este importante premio, cuenta esta historia que estando en Mar del Plata, le gustaba reunirse con sus amigos a comer en el Golf Club. Divertido y en camaradería, pidió cierto día al camarero que los atendía que le trajese las salsas que tuviera para acompañar los mariscos que tanto le gustaba comer. Decidió mezclar la mayonesa con el ketchup y una pizca ínfima de mostaza y de ello resultó una mezcla rosada levemente agridulce, que es perfecta para esos platos marinos. Desde el Golf Club al mundo, se hizo internacional la salsa golf.

Pasaron los años y es de público conocimiento que las investigaciones del Dr. Leloir se hacían en un sitio modesto y con recursos limitados, cosa que no le impidió, además, ganar más adelante, el premio Louisa Gross Horwitz y el de la Fundación Gairdner. No obstante, luego del desinteresado invento de la salsa rosada, ante el auge mundial de esa mezcla, el Dr. Leloir afirmaba divertido que, de haber tenido visión materialista, con las regalías de su invento hubiera podido investigar aún más y mejor.

Para quienes no la han probado, les aviso que con langostinos o con palmitos —¡o con ambos!— no hay más perfecto acompañamiento. ¡Ñammm!

Dr. Luis Federico Leloir.

jueves, 13 de octubre de 2022

12 de Octubre

 El 12 de Octubre en América del Sur, no se debe festejar, sino se debe conmemorar. Si bien la historia es lo que fue y hoy en día vivimos todos en un gigantesco crisol de etnias —y qué bueno que sea así, amalgamándonos todos—, lo que fue, no lo quita nadie. Conquistas, violaciones horrendas de todos los Derechos Humanos, tanto física como emocional e intelectualmente. Saqueos, despojos, invasiones, imperialismos, América sangró mucho durante demasiado tiempo.

No daré una explicación erudita, ya que otras personas ilustradísimas se hacen cargo de eso, sólo contaré una experiencia personal.

No puedo evitar recordar mis andanzas por el norte de mi país, por Chile, por Perú, por Ecuador. Me emociona mucho ver gente de rasgos tan puros, tan auténticos, tan con sus ojos llenos de historia nativa. Estando con mi amiga en Ambato, como ella tenía otros gustos diferentes a los míos pero respetaba absolutamente mi libertad, me fui sola ni bien pude al Mercado Central, a donde está toda la gente trabajadora, agropecuaria, artesana, florista, que era lo que yo realmente quería ver. Fue una fiesta interminable para mis ojos y mi corazón, que me saltaba de gozo por hallarse allí. Fui bien temprano, recién despertaba el mercado, y gracias a eso lo recorrí al detalle por más de dos horas.

Al salir, vi una de las tantas personas, casi siempre en familias enteras, ofreciendo prolijamente, en la calle, el producto de sus cosechas, las cuales recogen muy en la madrugada para después bajar muchos kilómetros a la ciudad, a venderlas.

Nunca en mi vida había comido moras y quise probar. Me acerqué con timidez porque les tengo un respeto profundo a las personas de los cerros.

Cuando la anciana señora colla, sentada en la vereda con su amplia pollera extendida y su sombrerito de fieltro, estiró su pequeña y arrugada mano curtida, me incliné solemnemente hacia ella para depositarle la moneda a cambio de sus rojisimas moras. Mi mano tembló porque, en realidad, sentí que le estaba rindiendo tributo a la más rancia alcurnia inca. Ése, sin querer, fue mi 12 de octubre de 2017, porque recién al volver al hotel caí en la cuenta de en qué fecha estaba.

Conmemoración. Nada que festejar.

(Foto de esas moras)

miércoles, 12 de octubre de 2022

Los sueños

 Si nos referimos al sueño de cuando dormimos, es porque nuestro inconsciente los guarda, no recordamos casi nunca lo que soñamos, ya que, con suerte, recordaremos sólo el último al despertar, apenas unos segundos, aunque nos hayan parecido una eternidad. Es un tema para los que saben desmenuzarlo con rigor científico.

En cambio, si nos referimos a los sueños que nos forjamos en la vigilia, pensando en nuestro futuro mediato o inmediato, o a largo plazo, anhelando ciertos logros que nos proponemos conseguir y que fijamos como metas, a veces terminamos dejándolos de lado y olvidándolos porque la vida, muchas veces ingrata, nos desvía del camino con sucesos que nos hacen golpearnos con la realidad de los bolsillos magros y las puertas cerradas.

Nos resignamos pronto o no tan pronto ante los fracasos y decimos "no tenía que ser", "era un deseo infantil", "hay cosas más importantes". No es justo y no debería ser real, lamentablemente lo es para la inmensa mayoría de las personas.

Algunos sueños los logramos porque son metas alcanzables. Otros, alcanzables también, nos decimos que no son posibles, auto convenciéndonos para consolarnos. Otros, en los mejores casos, los cambiamos por sueños mejores, a los que sí podemos alcanzar, lo cual no es malo, porque uno llevó al otro, el que nos importa disfrutar ahora.

La vida de la gente común, vos, yo, nuestros amigos, es mucho más difícil que para los poquísimos privilegiados del mundo.

Soñar no es malo y, si no tenemos suerte, cambiemos los sueños por otros en el afán de estar siempre buscando algo grato para cada uno de nosotros, sin olvidar el hoy, que también debe disfrutarse.

Que la energía para soñar y trabajar por ello no se apague.

"My bed a raft, the room the sea, and then I laughed some gloom in me.”, obra de Hans Op de Beeck, 2019. Realizada en poliéster, poliuretano, acero, poliamida, epoxy, madera, revestimiento.

martes, 11 de octubre de 2022

La indiferencia

 La indiferencia puede ser un arma defensiva cuando es justa, cuando alguien tóxico nos estorba en la vida, es una manera pacífica de mantenerlo alejado, cuando las conversaciones previas resultaron estériles.

También, lo más importante, la indiferencia puede ser una gran y grave agresión psicológica, muy dañina y muy dolorosa cuando es injusta.

El mundo entero es un conjunto gimiente de indiferencias brutales, que llevan a la carencia, el dolor, la enfermedad, la ignorancia, el abandono, la muerte.

La indiferencia expulsa y persigue a la gente que busca un horizonte digno y pacífico en otro lugar, y es la misma indiferencia la que los rechaza en las nuevas fronteras, así se ahoguen en el mar.

La indiferencia ante los enfermos que no tienen acceso a la sanidad, es una indiferencia asesina.

La indiferencia hacia los que no logran el sustento diario, por falta de trabajo o por sueldos miserables, es una indiferencia inmoral y denigrante.

La indiferencia es un arma de doble filo. Te defiende, pero también puede convertirte en un arma despiadada y cruel.

viernes, 7 de octubre de 2022

Una visión de Juan Manuel de Rosas

 Las opiniones, en Argentina, siempre están divididas en dos bandos, somos mayormente binarios en casi todo sentido. Kirchneristas/Macristas, River/Boca, Verdes/ Celestes, Buenos Aires/Interior, peronistas/radicales, zurdos/gorilas, Soda Stereo/Los Redondos, alfajores Havanna/Balcarce, y así puedo seguir en muchas cosas más. Afortunadamente hay un porcentaje —reducido pero existente— de gente que actúa de un modo menos fanático, menos racional, menos visceral, y me atrevo a decir que son los que no la van con los ismos y que piensan un poco, especialmente por haber estudiado la historia. Vamos a hablar con la visión estos últimos, ya que es en balde decantarse por algún bando rosista/anti rosista, cayendo en esa marca binaria tan común.

Hace doce años, en una parada de colectivo me entretuve mirando la esquina de una verdulería que tenía las vidrieras tapadas de diarios, por estar en remodelación. Obviamente, rápida como una flecha me fui a la hoja que me llamó la atención desde lejos y, deseando que no viniera todavía el colectivo que esperaba, me devoré toda la nota, fascinada. Todo lo que signifique hablar de los personajes históricos sin almidón ni cartones, como si fueran hijos del vecino y desde una narrativa objetiva me apasiona, y este perfil físico y psicológico de Juan Manuel de Rosas debía tenerlo conmigo, había que buscar el modo...

Así fue que volví unos días después, rogando para mis adentros que la verdulería aún estuviera en reformas, y le saqué la foto a la hoja de diario pegada al vidrio del lado de adentro.

Ahora cumplo con mi deseo de compartirlo, copiando palabra por palabra desde la foto, porque es imperdible para ver, en un contexto humano y tangible a uno de los personajes más fuertes y controvertidos de nuestra historia.

La foto tras el vidrio.

Juan Manuel de Rosas. Perfil Psíquico y físico

“A pesar de las afecciones que padecía don Juan Manuel de Rosas, el aspecto de hombre fuerte y gran altura producía en la imaginación popular una idea de poder y grandeza que, unida a su riqueza material y sus habilidades ecuestres, configuraba en las masas la reencarnación de un héroe mítico.

Bien decía Ramos Mejía: "No hay jiboso y deforme físico que sea popular, Rivadavia, el hombre más feo que ha conocido su generación, era el escarnio de la multitud que lo llamaba 'el sapo del diluvio' y que a pesar de sus virtudes y talentos no llegó jamás a saborear la popularidad".

"Rosas era un hombre alto, rubio, blanco", nos dice su sobrino Lucio V. Mansilla, "semipálido, combinación de sangre y bilis, un cuasi adiposo napoleónico de gran altura, de frente perpendicular, amplia, rasa como una plancha de mármol fría, lo mismo que sus concepciones de cejas no muy guarnecidas, de movilidad difícil, de mirada fuerte, templada por el azul de una pupila casi perdida por lo tenue del matiz dentro de unas órbitas escondidas en concavidades insoldables, de nariz grande, afilada y correcta, tirando más al griego que al romano, de labios delgados y casi cerrados, como dando la medida de su reserva, de la fuerza de sus resoluciones, sin pelo de barba, perfectamente afeitado de modo que el juego de sus músculos era perceptible...".

En esta descripción, Mansilla trasunta el espíritu positivista de la época, relacionando los rasgos físicos con las características psíquicas que tanto fascinaban a los frenólogos y que llegarían a su clímax de las manos de las teorías lombrosianas sobre el criminal nato.

Hombre fuerte

Nos cuenta Mansilla que su tío lucía en la frente una antigua cicatriz y el dedo anular de una de sus manos estaba levemente tronchado en la primera falange, secuela de un accidente de trabajo al habérsele cortado el lazo pialando potros. Continúa Mansilla afirmando que, "si bien su sonrisa no llega a ser tierna, siendo afectuosa, el timbre de voz es simpático hasta la seducción". Seducción era la palabra clave de este hombre que con su imagen de hombre fuerte y decidido acaparó la voluntad de las masas al hablar en un idioma que no era aquél que usaban sus opositores. Rosas fue un criollo de ley que se valió de la astucia de gaucho pícaro para manejar a sus oponentes.

Múltiples anécdotas jalonan su larga existencia para pintar al hombre tras el político. En oportunidad de una cena ofrecida como cordial corolario del tratado Arana Mackau, Rosas responde afirmativamente tras una pregunta del diplomático francés sobre la existencia de caballos en la Patagonia, haciendo la salvedad (y aquí nos imaginamos un destello de picardía en esos ojos helados) de la dificultad que le creaba a los patagones el gran rabo que tienen, obligándolos a hacer un profundo agujero en la silla para introducirlo, inconveniente compensado por la ventaja de poder hacerse fresco con la cola y espantarse las moscas.

Esta respuesta, a todas luces disparatada y burlona, destaca el pesado sentido del humor del Restaurador, que seguramente pensó que si había podido hacerle tragar a Mackau esta historia, viéndole engullir este engaño sobre la cola de los caballos patagónicos. Haciendo gala del mismo humor pesado manejaba a sus enanos de la corte palermitana, Eusebio de la Santa Federación y Biguá, peones en su juego de poder. Rosas les hacía decir lo que él no podía. Cuentan que un jerarca de la iglesia local fue a visitar al Gobernador a su residencia, y mientras hablaban de vaguedades apareció don Eusebio vestido de frac y galera, chaleco punzó y aires de gran señor. Así se acercó al prelado y con gran solemnidad le dijo: "Cómo está usted, reverencia? Cómo está su esposa, señoría?" Fue entonces que Rosas intervino rápidamente echando al enano de un puntapié y deshaciéndose en disculpas al prelado, que lucía una sonrisa helada en el rostro. Con esta maniobra preparada con anticipación, Rosas había puesto en inferioridad de condiciones a su interlocutor que se pasó el resto de la entrevista pensando cómo era que el Gobernador se había enterado de la existencia de su amante.”

Esta nota del diario fue escrita como un extracto de la obra de Omar Lopez Mato, “La Patria enferma”, fantástico libro que, doce años después, conseguí comprar para devorarlo de cabo a rabo.

lunes, 3 de octubre de 2022

El zorzal

Con su pechera rosada
y su levita marrón;
con ese cuerpo robusto
y ese aire de gran señor,
nadie lo imaginaría
tan delicado cantor.

Muere el sol y, junto al río,
da sus silbos el zorzal:
la tarde que se marchaba
se volvió para escuchar;

el agua que iba corriendo
se detuvo hecha un cristal;
el aire quedó en suspenso;
la brisa, sin respirar;

abrió una boca tamaña
la luna sobre el sauzal,
y con lágrimas de estrellas
el cielo rompió a llorar…
Anochece… junto al río,
sigue cantando el zorzal.

Poesía de Juan Burghi.

Fotos de Elizabeth Eichhorn.

jueves, 29 de septiembre de 2022

Cómo crear el hábito del orden

 Es muy simple, tanto, que parece tonto. Cuando se ordena la casa, muchas veces se siente como tiempo perdido: mañana estará de nuevo desordenada. A menos que hagamos costumbre una acción tan sencilla que, de tanto repetirla, se vuelva automática, tan automática como los cambios del vehículo que conducimos, no los pensamos, sólo sabemos desde un principio que hay que hacerlos e inconscientemente, los hacemos.

Luego de tomarte el trabajo de ordenar tu casa, seguramente te tomarás un café. O leerás un libro, o te quitarás la camisa. Cualquier cosa que hagas, cuando termines de hacerla, vuelve a ponerlo en su lugar.

Eso es todo. Les avisé, es tan tonto que parece broma, y no lo es. Si sacaste el frasco de café de la alacena y llevas la taza al microondas a calentarlo, al ir para allí te llevas el frasco y de camino lo vuelves a poner en la alacena, jamás lo dejes sobre la mesa. No después, sino ahora. Es una acción que no demanda ningún tiempo, porque de todos modos ibas a ir hacia el microondas. Como mi padre me dijo una vez: "Piensa qué otra cosa puedes hacer mientras haces una".

¿Llegas a tu casa y te quitas el saco? Estira el brazo y cuélgalo. ¿Estás leyendo un libro? Cuando termines irá a su sitio, camino al baño, supongamos. ¡Es sólo estirar un brazo!

¿Estaba rico el café? Cuando te levantes de la silla la empujas hacia su sitio, cerca de la mesa, y de camino a la puerta de tu cocina, enjuaga la taza en la pileta y déjala escurrir, si no quieres secarla enseguida. Así, nunca tendrás platos amontonados para lavar, todos desaparecen casi sin pensarlo.

Es posible que tu casa necesite un paño para quitar el polvo de los muebles, o que los vidrios de la ventana, después de la lluvia, necesiten un repaso, o los pisos necesiten ser refrescados, no importa, eso lo harás el fin de semana. Pero la casa estará en orden, la limpieza será tan rápida y sencilla que te quedará más horas del fin de semana para estar panza arriba al sol haciendo nada.

Lo sé, las cosas más sencillas son las más difíciles de hacer porque entrañan una disciplina mental. De todas maneras, por experiencia propia les aseguro que les lleva sólo unos días acostumbrarse al movimiento automático de volver a poner en su sitio.

Eso sí: sin excusarse ni una sola vez porque, inevitablemente, caeremos en el desorden como en un bucle sin fin. Es una disciplina que vale la pena seguir.

lunes, 26 de septiembre de 2022

Don Segundo Sombra

 Existieron muchos escritores de extraordinaria calidad en literatura lírica tradicional, popular, de mi país, Argentina, laureados y convertidos en clásicos inmortales, ya que todas las generaciones van conociendo sus obras y nunca pierden vigencia. Entre ellas, "Martín Fierro", de José Hernández, como obras de Esteban Echeverría, Domingo F. Sarmiento, Roberto Arlt, Adolfo Bioy Casares, Ezequiel Martínez Estrada, Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Julio Cortázar, Ricardo Güiraldes, entre otros.

Lo que más me ha llegado al corazón, leído cuando era niña y vuelta a leer de adulta, fue la obra de Ricardo Güiraldes, el libro "Don Segundo Sombra", que es uno de los más emblemáticos libros de la lírica tradicional argentina. Una historia narrada de una manera muy poética, pese al lenguaje del paisano común del campo, plagada de conceptos sobre el valor, el honor, la lealtad, el respeto al prójimo.

Su autor, viviendo en la tradicional San Antonio de Areco, tenía estrecha relación con la paisanada, y fue allí donde conoció a Segundo Ramírez, un gaucho de raza, en el que se inspiró para dar forma al personaje de "Don Segundo Sombra". Güiraldes reivindica socialmente al gaucho y lo muestra como lo que mayormente fue, un personaje elegíaco, merecidamente legendario.

La historia, publicada en 1926 y narrada en primera persona, transcurre en un cuadro de costumbres fiel, con un estilo muy particular, que llevó al escritor a relacionarse con los más encumbrados escritores internacionales de la época.

He aquí un pequeño fragmento de esta joya literaria.

La indiferencia de mis tías se topaba en mi sentir con una indiferencia mayor, y la audacia que había desarrollado en mi vida de vagabundo, sirviome para mejor aguantar sus reprensiones.

Hasta llegué a escaparme de noche e ir un Domingo a las carreras, donde hubo barullo y sonaron algunos tiros sin mayor consecuencia.

Con todo esto parecíame haber tomado rango de hombre maduro y a los de mi edad llegué a tratarlos, de buena fe, como a chiquilines desabridos.

Visto que me daban fama de vivaracho, hice oficio de ello satisfaciendo con cruel inconsciencia de chico, la maldad de los fuertes contra los débiles.

-Andá decile algo a Juan Sosa -proponíame alguno- que está mamao, allí, en el boliche.

Cuatro o cinco curiosos que sabían la broma, se acercaban a la puerta o se sentaban en las mesas cercanas para oír.

Con la audacia que me daba el amor propio, acercábame a Sosa y dábale la mano:

-¿Cómo te va Juan?

-.................

-'ta que tranca tenés, si ya no sabés quién soy. El borracho me miraba como a través de un siglo. Reconocíame perfectamente, pero callaba maliciando una broma.

Hinchando la voz y el cuerpo como un escuerzo, poníamele bien cerca, diciéndole:

-No ves que soy Filumena tu mujer y que si seguís chupando, esta noche, cuantito dentrés a casa bien mamao, te vi'a zampar de culo en el bañadero e los patos pa que se te pase el pedo.

Juan Sosa levantaba la mano para pegarme un bife, pero sacando coraje en las risas que oía detrás mío no me movía un ápice, diciendo por lo contrario en son de amenaza:

-No amagués Juan... no vaya a ser que se te escape la mano y rompás algún vaso. Mirá que al comisario no le gustan los envinaos y te va a hacer calentar el lomo como la vez pasada. ¿Se te ha enturbiao la memoria?

El pobre Sosa miraba al dueño del hotel, que a su vez dirigía sus ojos maliciosos hacia los que me habían mandado.

Juan le rogaba:

-Digalé pues que se vaya, patrón, a este mocoso pesao. Es capaz de hacerme perder la pacencia.

El patrón fingía enojo, apostrofándome con voz fuerte:

-A ver si te mandás mudar muchacho y dejás tranquilos a los mayores.

Afuera reclamaba yo de quien me había mandado:

-Aura dame un peso.

-¿Un peso? Te ha pasao la tranca Juan Sosa.

-No... formal, alcánzame un peso que vi'hacer una prueba.

Sonriendo mi hombre accedía esperando una nueva payasada y a la verdad que no era mala, porque entonces tomaba yo un tono protector, diciendo a dos o tres:

-Dentremos muchachos a tomar cerveza. Yo pago.

Y sentado en el hotel de los copetudos me daba el lujo de pedir por mi propia cuenta la botella en cuestión, para convidar, mientras contaba algo recientemente aprendido sobre el alazán de Melo, la pelea del tape Burgos con Sinforiano Herrera, o la desvergüenza del gringo Culasso que había vendido por veinte pesos su hija de doce años al viejo Salomovich, dueño del prostíbulo.

"El borracho me miraba como a través de un siglo." Precioso, ¡qué imagen!