martes, 23 de agosto de 2022

Cuando vayas a Santiago de Compostela

 Para ir a Santiago de Compostela, España, prefiero siempre el otoño. Es la temperatura perfecta, ni mucho calor, ni mucho frío, ni muchas lluvias.

Si vas a Santiago, deberás prepararte para recorrer una ciudad con aire medieval. Es un obrero de piedra, especialmente en la zona de la muralla. El casco viejo atrae como un imán, me gusta percibir en él, el misterio histórico y la energía potenciada de un misticismo ancestral, es imposible no pensar en ello.

El casco viejo de Santiago tiene la carga de los siglos, de los peregrinos, de los estudiantes, de la piedra. Santiago es casi virgen, con sus locales comerciales que conservan sabiamente los carteles del mismo estilo que hace siglos. Allá no hay el impersonal "Tome Coca-Cola", grande y rojo. Allá la "civilización" vino, miró y se fue, como decidiendo que no tenía demasiado que hacer en ese lugar.

Fui varias veces a esta hermosa ciudad, en distintos viajes, y me alojé allí para disfrutarla varios días cada vez. La última, con mi hija, para enseñársela. Sentadas las dos en el piso de piedra de la Plaza del Obradoiro, a altas horas de la noche, mirábamos con arrobo la vieja Catedral, de estilos de tres tiempos, cuatrocientos años llevó levantarla desde el año 1011, bajo las órdenes del Maestro Mateo. Llena de musgo, de pequeña vegetación intrusa en alguna junta de piedra, se nos mostraba orgullosa de su estirpe de obrera ante la que se inclinaron reyes y personajes sin importar su linaje.

Santiago es una ciudad de estudiantes, pululan las universidades y colegios en el lugar. Los chicos de todas las razas, libros bajo el brazo, pasaban continuamente sin mirar a dos locas sentadas boquiabiertas en el piso, a la una de la mañana. Caminarás tranquila por ahí, no hemos sentido inseguridad.

Escaleras de piedra, fuentes de piedra, pasajes de piedra, la unidad es maravillosa, los verdes eran joyas en medio del gris.

Las rejas son una obra de arte por sí solas, un cuadro, una composición con individualidad.

En uno de los tantos locales de cosas bellas, una tejedora concentrada en su aguja de crochet y sus ovillos blancos ni nos miró cuando admiramos su preciosismo, volcado en una de las artesanías más típicas de Galicia, joyas de hilo para tener en nuestros hogares. El encaje de bolillos es arte en filigrana de espuma.

No hay forma de hablar en voz alta en esa antigua ciudad. Un respeto tácito llena los aires y el visitante se siente honrado de pisar y tocar, oír y estar. Solamente estar. A cada tanto, la musicalidad del agua de una de sus muchas fuentes te llama.

Tal vez tengas suerte y te encuentres con una gaita que detiene tu paso.

Si entras a la Catedral del Obradoiro, verás el altar todo dorado a la hoja, y ocho ángeles pre adolescentes de tamaño descomunal parecen sostener el techo en el aire. Fabuloso el efecto, realmente parecen en el aire. Uno de los órganos más grandes del mundo se cierne sobre nuestras cabezas y tuvimos la suerte de sentir vibrar las piedras bajo el sonido de las campanas. Porque vibran, no es metáfora.

Para comer, tienes de todo, dulce o salado, delicias del lugar. Las típicas vieiras…

… los deliciosos bocadillos y vinos…

… y nunca, nunca se te ocurra irte de ahí sin probar la famosa torta de Santiago, sin harina de trigo, sólo con harina de almendras, liviana como una nube.

Si vas a Santiago, elije octubre o noviembre. O cualquier mes del año, pero ve.

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