martes, 18 de octubre de 2022

Un inventor insospechado

 Es muy conocida la historia de quien fue el premio Nobel en Química en 1970 por sus investigaciones sobre los nucleótidos de azúcar y el rol que cumplen en la fabricación de los hidratos de carbono, el Dr. Luis Federico Leloir.

De nacionalidad argentina, mucho antes de este importante premio, cuenta esta historia que estando en Mar del Plata, le gustaba reunirse con sus amigos a comer en el Golf Club. Divertido y en camaradería, pidió cierto día al camarero que los atendía que le trajese las salsas que tuviera para acompañar los mariscos que tanto le gustaba comer. Decidió mezclar la mayonesa con el ketchup y una pizca ínfima de mostaza y de ello resultó una mezcla rosada levemente agridulce, que es perfecta para esos platos marinos. Desde el Golf Club al mundo, se hizo internacional la salsa golf.

Pasaron los años y es de público conocimiento que las investigaciones del Dr. Leloir se hacían en un sitio modesto y con recursos limitados, cosa que no le impidió, además, ganar más adelante, el premio Louisa Gross Horwitz y el de la Fundación Gairdner. No obstante, luego del desinteresado invento de la salsa rosada, ante el auge mundial de esa mezcla, el Dr. Leloir afirmaba divertido que, de haber tenido visión materialista, con las regalías de su invento hubiera podido investigar aún más y mejor.

Para quienes no la han probado, les aviso que con langostinos o con palmitos —¡o con ambos!— no hay más perfecto acompañamiento. ¡Ñammm!

Dr. Luis Federico Leloir.

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