miércoles, 7 de septiembre de 2022

El verdadero romanticismo

 No sé si es romántico, pero sí fueron demostraciones de amor que me han derretido en su momento y que hoy, al recordarlas, me derriten de nuevo. Una vino de parte de un amigo. La otra, de parte de mi actual pareja.

Enviudé a los cuarenta luego de un matrimonio de 20 años, teniendo a mis dos hijos adolescentes. Como es de esperar en estos casos, fue todo muy duro de sobrellevar en sus comienzos. Habiendo sido una mujer muy limitada en mis libertades bajo un yugo conyugal muy machista, me encontré con mil cosas que resolver sola. Un joven amigo que desde la enfermedad de mi esposo me acompañaba en todo, apoyándome y conteniendo a mis hijos que hallaron en él un hermano mayor, se convirtió en un paladín durante un largo tiempo.

Estaba de novio con una hermosa muchacha a quien yo conocía desde que usaba pañales, hija de unos amigos míos de siempre. Ella, inteligente y generosa, dejaba libre a este chico para que hiciera lo que deseaba hacer con nosotros, llevándonos, trayéndonos, asistiéndonos, incluso uniéndose ella misma en la campaña. Les estoy eternamente agradecida.

Este amigo, en una oportunidad, después de un silencio en nuestras innumerables charlas, me miró con enorme tranquilidad a los ojos, y me dijo algo que jamás había escuchado a nadie en mi vida: “Siempre vas a contar conmigo”. Lo que sentí fue indescriptible, por la sorpresa de lo nuevo e inesperado y por la paz y el cariño que emanaban de sus palabras, no pude olvidarlo nunca.

Así fue. Los jóvenes amigos se casaron, viajaron por el mundo entero, siguen viviendo sus vidas pero él está siempre allí, sin importar las distancias, aunque yo ya no lo necesite más que por su amistad.

La otra cosa para mí “romántica”, fue hace unos años, por mi actual pareja. Hacía poco que había comenzado a visitarme a mi casa y un día me dijo “Andá a hacer tus cosas, mirá vidrieras, no te apures, disfrutá que yo hago la comida y te espero”.

Aaahhh… ¡qué cosa tan increíble! Ser atendida y ser libre, sin culpas y sin tiempos… Lo que para muchas mujeres es algo natural, no lo era para mí, que tuve que ir limando cada barrote de mi jaula mental. Me sentí tan mimada comprobando que es cierto, que se puede vivir sin las diferencias de género que impone la castrante cultura machista.

A años de eso, mi pareja sigue cocinando, lavando, barriendo, limpiando, nos repartimos las tareas de forma natural, hasta divertida. Para mí, eso vale mucho más que un “te amo”, porque cualquier tarjeta bonita puede decirlo, es la acción la que vale realmente, cada salsa aromática y cada mesa tendida, cada baldeada del patio y cada ropa que se tiende, es el más grande “te amo” que yo puedo recibir.





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