miércoles, 21 de septiembre de 2022

Historia y poesía

 En la formación de un país, especialmente uno tan extenso como Argentina, siempre hay mucha lucha, conflictos, invasiones, intereses, ambiciones, reclamos. Entre los líderes —caudillos— que guiaban a cada región del interior, buscando su representación idónea de acuerdo a su idiosincrasia y sus necesidades, estaba el General Facundo Quiroga, quien siempre afirmó ser de ideas unitarias pero que "respetaba demasiado la voluntad de su pueblo y debía servir a sus ideas federales". Era llamado "El Tigre de los llanos" por su imbatible coraje en la vida y en la lucha. Era amado por los suyos y odiado por otros, especialmente por la gran cabeza del país, Buenos Aires, que no quería soltar el puño del dominio sobre toda la joven nación en el siglo XIX.

Así fue como Quiroga forma parte de una de las más apasionantes historias de nuestro país, se ganó el honor de que su vida fuese escrita de una o de otra manera en una enorme cantidad de veces, en libros, capítulos, poesías o canciones.

"El hombre más valiente
que ha visto el mundo
nació en La Rioja y era
don Juan Facundo."

De "los Caudillos", canción de Ariel Ramírez y Félix Luna.

"Facundo", pintura de Octavio Calvo.

Ya en el siglo XX, el internacionalmente reconocido escritor Jorge Luis Borges no quedó fuera de esa tentación de escribir sobre el caudillo, en 1981. La poesía me gusta mucho y este es uno de mis poemas favoritos, de los que me encanta recordar y recitar en mi mente, incluso cantarlos cuando estoy sola en mi taller.

He aquí esa historia:

"El General Quiroga va en coche al muere"

El madrejón desnudo ya sin una sed de agua
y una luna perdida en el frío del alba
y el campo muerto de hambre, pobre como una araña.

El coche se hamacaba rezongando la altura;
un galerón enfático, enorme, funerario.
Cuatro tapaos con pinta de muerte en la negrura
arrastraban seis miedos y un valor desvelado.

Junto a los postillones jineteaba un moreno.
Ir en coche a la muerte ¡qué cosa más oronda!
El general Quiroga quiso entrar en las sombras
llevando seis o siete degollados de escolta.

Esa cordobesada bochinchera y ladina
—meditaba Quiroga— ¿qué ha de poder con mi alma?
Aquí estoy afianzado y metido en la vida
como la estaca pampa bien metida en la pampa.

Yo, que he sobrevivido a millares de tardes
y cuyo nombre pone retemblor en las lanzas,
no he de soltar la vida por estos pedregales.
¿Muere acaso el pampero, se mueren las espadas?

Pero al brillar el día sobre Barranca Yaco
hierros que no perdonan arreciaron sobre él;
la muerte, que es de todos, arreó con el riojano
y una de puñaladas lo mentó a Juan Manuel.

Ya muerto, ya de pie, ya inmortal, ya fantasma,
se presentó al infierno que Dios le había marcado,
y a sus órdenes iban, rotas y desangradas,
las ánimas en pena de hombres y de caballos.

"Muerte de Quiroga", pintura de Cayetano Descalzi, s. XIX

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